Practicando la auto-empatía
por Amalasiri Murcia
¿Cómo estoy ahora mismo? ¿Cómo me siento? ¿Qué es importante para mí? ¿Qué es lo que más valoro en la vida? Cuando paro y hago estas preguntas mentalmente me estoy permitiendo dar un espacio para sentir, notar, respirar, conectar con el devenir de la vida. Descubro que hay pensamientos, sensaciones, imágenes, descubro un contenido que fluctúa y cambia. Conecto con la experiencia de estar aquí, ahora. Conecto con algo, soy consciente de algo, pero ¿qué es ese algo? Parece que hay un sujeto, un objeto y una consciencia. Alguien está consciente de algo. Para mí la auto-empatía es la capacidad de conectar amorosamente con ese algo, en este caso conmigo misma ya que es “auto-empatía”. Conectar de una forma amable, conectar con apertura y curiosidad, con aceptación y amor, como si estuvieses observando un cachorro, una flor, un bebé… Amando lo que hay.
Para entrar en este tipo de conexión es imprescindible observar lo que impide que este tipo de conexión se dé. En el proceso de aprendizaje descubrimos que también
podemos conectar amorosamente con lo que impide que la auto-empatía y la empatía se den. Es decir, podemos conectar con lo que llamamos impedimentos. No hay nada que se quede fuera de esta manera de conectar porque esta capacidad de apertura y curiosidad es total, no discrimina, no controla, no dirige, no hace distinciones entre lo que le gusta y no le gusta. Está ahí siempre y se manifiesta independientemente de que el contenido que observa sea una flor o un monstruo.
¿Cómo conectar con apertura y curiosidad si lo que aparece en el fluir de la consciencia se parece más a la bestia que a la bella? ¿Cómo conectar con algo si lo catalogo como “violento”? Pues sabiendo que la violencia es parte de mi naturaleza, que en cada persona conviven una bella y una bestia. Sabiendo que si opto por el amor, el amor verdadero, entonces no hay elección, no puedo solo amar lo que me gusta… porque en ese caso yo no lo llamaría amor. Lo llamaría “intentar vivir la vida que pienso que tengo que vivir” y mientras vivo de esta manera me impido vivir la vida con apertura y curiosidad, hasta que descubro que puedo aceptar que intento vivir la vida que pienso que tengo que vivir. Esta percatación, amar la propia limitación para amar, nos proporciona la clave que necesitamos para afrontar la ignorancia humana y la situación actual del mundo, la confusión, la crueldad, la envidia, el racismo, la corrupción, el destrozo de la tierra, la guerra, el hambre…
Cuando aceptamos que esto también es parte de nuestra naturaleza, nos permitimos liberar toda la energía estancada en el rechazo (hacia lo que pensamos que no debería pasar pero de hecho está pasando) y la ponemos al servicio del cambio, cambio personal y social.
El amor nos proporciona la fuerza para seguir nuestro camino de evolución humana, usando nuestras limitaciones como despertares en el continuo devenir de la vida. Y conectando con nuestro propio rechazo, odio y miedo de forma amorosa vamos creando un mundo que conecta con el rechazo, el odio y el miedo ajenos, estableciendo así la cercanía y la calidez que disipa los impedimentos, que no son más que fantasmas de una mente encapsulada en sí misma.
¿Acaso son el rechazo, el miedo, el odio y la crueldad patrimonio de solo unas personas? ¿No estamos todas entrelazadas en una red humana de emociones y valores compartidos? ¿No es el amor verdadero patrimonio de la humanidad?
Cuando auto-empatizamos, cuando nos rendimos y nos entregamos a aceptar y nombrar nuestras emociones, sean cuales sean, nos permitimos amarnos tal y como somos, y el amor nos da un espacio para sentir, notar, respirar, conectar con el devenir de la vida. Este espacio de conexión clarifica la dirección a seguir, mantiene el rumbo acorde con lo que valoro en la vida, me enseña a perdonarme y perdonar a los demás y me encamina hacia la transformación más radical que pueda soñar.
Abrimos las puertas de par en par y dejamos que el sol entre. Nos entregamos a la suave sensación de conexión con lo que hay en cada momento, aceptando lo que haya una y otra vez, re-encontrando la confianza y la inspiración, la sabiduría y la compasión que ya están aquí, aunque en ocasiones no podamos verlas.